20 May Argentina: política, fútbol, parrillada y dólar
Hace 20 años, en compañía de los médicos y concejales de Medellín, Jorge Morales Gil y el Gomita de Hernán Gómez, visité por primera vez la Argentina en un viaje de una semana solo por la capital federal de esta tan interesante e importante nación austral suramericana.
Y en la semana que terminó, de domingo a viernes, regresé a este país y estuve intensos y amañadores cinco días junto a cinco familiares y amigos, esta vez nuevamente a su inmensa capital, pero también a la provincia del gran Buenos Aires para comprobar o reafirmar que esta ciudad o mejor metrópoli es la más europea de toda América. Eso lo comprueba la hermosa arquitectura de su bella capital, las costumbres de sus gentes y las migraciones que se dieron desde el viejo continente y que se ven reflejadas en muchos de los descendientes, sobre todo italianos, pero también de varios otros países de Europa.
El domingo 12 de mayo el quinteto de colombianos, cuatro adultos y un adolescente, emprendimos el paseo al sur del continente, en la ruta Medellín – Bogotá y directo a Buenos Aires sin escala. Fue un periplo que arrancó a las 10 de la mañana del José María Córdoba y concluyó a las 10 ó 12 de la medianoche local en el bonito aeropuerto de Ezeiza.
Ya en la capital colombiana y a través de la inmensa vidriera o ventanal del terminal internacional del segundo piso del aeropuerto Eldorado de Bogotá se observaba parqueado el gigantesco y barrigón Boeing 787 – 8 de Avianca en el que vamos a viajar hacia la capital de Argentina.
La larga fila de pasajeros, unos 200, se formaron ante los funcionarios de la empresa área, que realizan ágilmente el chequeo de los tiquetes impresos o digitales.
Previamente se superó todo el proceso de emigración, facilitado por el sistema de biomig o lectura de los ojos, que luego se vuelve lento en la revisión de maletines y metales, donde me decomisan dos botellitas de Gatorade para el largo trayecto de casi las 6 horas que dura el vuelo hacia la capital argentina. A una pareja de adultos les sucede lo mismo por lo cual la recomendación es que llevan ningún líquido, situación que me habían advertido, pero de terco no hice caso.
Antes de ingresar a la nave hago parte de la extensa fila que se mueve lenta y que se forma a lo largo de una plataforma en rampa y un túnel para abordar el avión que dura por lo menos 40 minutos en llenarse porque no quedó ni un puesto vacío. Al grupo de cinco personas que viajamos juntos nos tocó a cuatro en los puestos de adelante y a uno bien atrás en la cola de la inmensa nave.
A las 4:30 de la tarde decoló el avión que se dirigió hacia Villavicencio y de ahí se enrutó por todos los Llanos y la selva colombiana para ingresar al cielo peruano y sobrevolar por todo el cielo del centro de Suramérica, sacándole el cuerpo a la Cordillera de los Andes, que se extiende por todo el Pacífico desde Chile hasta Colombia.
El vuelo prosiguió por el firmamento boliviano antes de ingresar al argentino por Córdoba, Santa Fé y Paraná, para comenzar a descender al río La Plata y aterrizar en el aeropuerto de Ezeiza, en el cual fue muy fácil el proceso migratorio. A mí me tocó un joven funcionario hincha de Nueva Chicago, equipo más de la segunda división con esporádicos ascensos a la primera del fútbol argentino y quien nos dijo que el partido del martes 14 de abril del DIM de Colombia se jugará en un pequeño estadio de la provincia de Florencio Varela, en el cual el Rojo se medirá a Defensa y Justicia en una fecha decisiva de la Copa Suramericana. El DIM tiene 9 puntos y su rival 4.
Al aeropuerto de Buenos Aires arribamos a las 12 de la noche, hora local, donde vi la lámpara más grande y bonita de mis casi 70 años y nos recogió el médico cardiólogo colombiano Eder Meneses, hermano del político y abogado Emerson, uno de los integrantes del quintero de excursionistas colombianos.
Eder vino a Argentina a especializarse y se quedó trabajando en este país desde hace 13 años. Los dos hermanos son naturales de Cúcuta.
En un Sandero de la Renault nos dirigimos no a la capital Federal, sino a la provincia del Gran Buenos Aires, compuesto por 135 partidos como se le dice aquí a lo que en Colombia o en el área metropolitana del Valle de Aburrá serían las municipalidades, con alcaldes que se les dice intendentes, pero sin ninguna comparación por las extensas distancias.
De la provincia de Ezeiza, donde queda el aeropuerto, nos dirigimos al partido vecino de Esteban Echeverría cuya capital es Monte Grande donde el médico Meneses nos consiguió previamente hasta el viernes un apartamento en su mismo edificio, en el cual vive solo porque hace poco se divorció de una mujer argentina.
En su apartamento se alojaron su hermano y su hijo de doce años, mientras que nosotros tres nos ubicamos dos pisos más abajo, en un apartamento pequeño pero muy cómodo y completamente dotado.
El galeno nos relató que al comenzar el siglo XX la provincia de Esteban Echeverría eran extensas zonas de cultivos que fueron habitadas por la gran migración europea de italianos, españoles, portugueses y británicos, quienes fueron los constructores del ferrocarril que los conectó con la capital Federal, pero que luego fue nacionalizado por los gobiernos peronistas.
El lunes después de desayunar, caminar por las apacibles calles y parques de la provincia de Esteban Echeverría y cambiar 100 dólares por 100.000 pesos argentinos, nos montamos en una buseta para en un viaje de una hora, por un ejemplo total de conurbación, llegar al centro de la capital federal en todo el referente de ciudad que es el Obelisco en plena avenida 9 Julio, la más ancha del mundo y que definitivamente confirma que Buenos Aires es la ciudad más europea de América.
Un vals para Buenos Aires
“Si paso por Florida te recuerdo.
“Si paso por La Valle me es igual.
“Si estoy en Corrientes
“Si estoy en Palermo
En todo Buenos Aires…”.
Este recordado vals de Julio Jaramillo nos sirve para seguir la crónica de viaje por la hermosa y amañadora capital federal de los argentinos.
Después de una hora en buseta pública nos mutamos de dos mundos muy diferentes, como son la provincia que conforma el gran Buenos Aires y su capital o gran y bella urbe o metrópoli compuesta por barrios como Constitución, La Boca, Núñez, Barracas, San Telmo, Belgrado, Puerto Madero y por los menos otras 50 barriadas.
El anfitrión de este periplo por el sur del continente el cardiólogo Eder Meneses, quien habla poco, tiene toda la razón cuando afirma que la vida en más tranquila en la periferia, porque en la capital se enfrenta al agite de las multitudes tal como se registra en la congestionada avenida 9 de julio y por las concurridas y centrales arterias de La Valle, Corrientes, Florida y Palermo, en las cuales se palma la intimidad de la situación actual del argentino que habla permanentemente de cuatro asuntos que les copan la atención: la política, el fútbol, la parrilladas y el cambio de dólares.
Argentina es un país politizado y hoy se perciben muchas tormentas o protesta en pleno Obelisco contra el nuevo gobierno y sus medidas de choque económicas, como la eliminación de subsidios, los despidos y los impuestos a las ganancias, manifestaciones encabezadas por los que vivieron de cuenta del kichnerismo y que hoy hacen largas filas para cobrar los últimos beneficios del Estado.
Si la política tiene locos a los che, el fútbol los mantiene desquiciados y hablan todo el día de la pelota y más por esos días que jugaban Boca y River por torneos internacionales, mientras el DIM se la jugaba toda en la Copa Suramericana con Defensa y Justicia, un equipo muy guerrero y en una cancha de la provincia o partido en Florencio Varela muy lejos por carretera de la capital y que es una zona que apenas se está poblando a unos 35 km. de la capital federal, pero relativamente cerca de nuestro centro de operaciones en Esteban Echeverría, que luego de recorrerla con más calma es un extraordinario vividero y que muchos años antes fue el paseadero rural de los capitalinos, pero hoy ya ampliamente urbanizado, pero conserva las grandes mansiones o casas de antaño, algunas similares a las del barrio Prado, en Medellín, pero en terreno completamente plano porque estamos en una extensa vega o llanura del rio de la Plata.
El dólar es un dios en Argentina y en todas partes hay oficinas de cambio de divisas y muchas personas se dedican a ofrecer el cambio de dólar moneda argentina en pleno centro de las calles de la capital. Cambiar 500 dólares implica contratar un carro para cargar los bultos de dinero. Ese es el mejor ejemplo del tamaño de la inflación en este país y que durante la semana fue la principal noticia en la primera plana del periódico más influyente de este país como es Clarín, que subsiste al empuje de lo digital en la prensa mundial.
Y la comida es el otro tema que como el fútbol despierta una gran afición y gustos. Hay muchas parrilladas, restaurantes, reposterías, panaderías, locales para la venta de la deliciosa empanada argentina, pero no han podido superar en gusto y sabor a las que venden en el salón Versalles en Medellín, pese a que hay muchísimos aquí iguales.
La entretenida caminata por el centro de la ciudad la concluimos en la plaza de Mayo al frente de la Casa Rosada, sede del gobierno argentino y hoy ocupada por Javier Milei con sus duras políticas que tienen a este pueblo muy alterado con mítines sindicalista llamando a dar la batalla contra el Plan Base y no al PDU.
Allí mismo se me vino a mi memoria las impactantes escenas de las madres de la Plaza de Mayo reclamando por sus hijos desaparecidos por la dictadura militar y recuerdo inmediatamente la película “La noche de los lápices” que me consternó cuando la vi en Colombia y que se puede asimilar a los tenebrosos falsos positivos.
En la Plaza de Mayo paramos dos taxis para que nos lleven a los siete hombres del grupo que se adicionó con el médico Meneses y su simpático y argentino hijo de 9 años.
Vamos rumbo por toda Constitución y San Telmo rumbo al turista Caminito donde pasamos una velada increíble en ese sector pintoresco de una sola cuadra y donde almorzamos tremenda parrillada, escuchando tangos y viendo a una pareja bailarlo en un local denominado la Vieja Rotisería, donde el atento mesero sabe más vallenato que yo y nos trae para que nos tomemos fotos con una pesada réplica de la Copa Libertadores.
Disfrutamos de un agradable almuerzo entre la una y las tres de la tarde, que complementamos luego caminado las cuatro cuadras que nos separan del estadio la Bombonera, sede del Boca Junior. Haga de cuenta que está caminando por un barrio popular como Castilla en Medellín, ero en terreno plano. Por todas partes de este futbolero epicentro los grafiti nos recuerdan a Diego Armando Maradona, sobre el cual los argentinos dividen su opinión, unos lo endiosan y otros lo critican sobre todo por su vida personal y no futbolera.
La vespertina y noche del lunes la pasamos atendiendo una invitación a cenar que nos formuló la novia y la suegra del médico Meneses, en el exclusivo sector de Puerto Madero, un bien logrado ejemplo de renovación urbana que el gobierno de Buenos Aires llevó a cabo para cambiarle la cara a finales del siglo pasado a una extensa zona urbana a orillas del rio La Plata.
Son dos mujeres netamente argentinas, pero con pasado familiar en Italia. La madre una médica viuda ginecóloga y la hija y novia administradora, socias propietarias de una clínica privada donde labora el cardiólogo cucuteño y ubicada en Esteban Echeverría, que fue el motivo que lo condujo a residenciarse en esta provincia, luego de vivir cinco años en pleno centro de la capital federal.
Fue una noche de sabrosas viandas, de vino, cerveza, de Fernet con Coca Cola, un coctel que te mantiene entonadito, de anécdotas de Argentina y de Colombia, de política, de fútbol, de futuros viajes y de amores, todo lo cual se extendió casi hasta la media noche, lo que ratifica que la mujer argentina habla de todo y muy rápido.
Salimos vivos y con celular
El martes fue el día D del viaje a la Argentina porque ese día jugaba el DIM por la Copa Suramérica con Defensa y Justica y a la misma hora, las 9 p.m. hora local, River Plate con Libertad del Paraguay por la Copa Libertadores, lo que llevó a que el grupo de viajeros se dividiera. Tres vamos a ver al Poderoso y los otros dos van para el Monumental en el bonito y moderno barrio Núñez.
El cardiólogo se asusta cuando se entera que el partido se disputará en la zona de provincia de Florencio Varela muy lejana de la capital Federal y de muy mala fama o tirando a peligrosa, de la que nos alarma que si salemos con vida o con celular nos diéramos por bien servidos.
Aunque nos atemoriza un poco al grupo de colombianos muy pacíficos que venimos de uno de los países más violentos del mundo, seguimos adelante porque la agenda del paseo es casi 70% futbolera.
Después de pasar todo el día intentado conseguir las entradas para el partido del día siguiente miércoles de Boca en su peculiar Bombonera, que al fin logramos en el mercado alternativo de barras xeneizes, pues no hay una boleta para el partido, desde las cinco de la tarde nos preparamos para ver nuestro primer cotejo futbolero internacional y también del Rojo en su centenar existencia.
El médico anfitrión nos facilita la gran prueba que vamos a enfrentar en una zona lejana, muy humilde y con problemas de seguridad de la provincia al suroriente del gran Buenos Aires.
Nos pone como guía, para llevarnos, estar con nosotros en el partido y traernos, al primer amigo que consiguió en su estada en la Argentina. Se llama Lucas y con el cual conectamos muy rápido y fácil porque es un tipo simpático, agradable, buen conversador y ante todo muy futbolero y conocedor del DIM porque es amigo personal de Torijano un defensa central del equipo paisa.
En un pequeño automóvil ya muy trajinado nos acomodamos los cuatro y que abordamos en el apartamento de Esteban Echeverría y salimos rumbo primero a la capital a donde Lucas tiene que entregar un regalo y después nos vamos en dirección con lo desconocido.
Cruzamos La Boca, salimos del perímetro urbano de la capital y entramos a la provincia por Avellaneda, para seguir por Quilmes y una hora y media después comenzamos a llegar a Florencio Valera, la sede del partido que le tocó al Poderoso.
A lo largo del trayecto recorrido nos encontramos con una Argentina de contrastes sociales. Mientras Avellaneda y Quilmes son provincias semiurbanizadas, Florencio Varela es más rural porque atravesamos extensos terrenos vírgenes y bodegas hasta llegar al pequeño poblado de Varela, a las 8:30 de la noche, media antes del partido, para seguir hasta sus suburbios por calles sin pavimentar y desembocar en la única avenida asfaltada donde observamos el pequeño estadio o una cancha con tres tribunas sin ningún mérito arquitectónico, sede del equipo local Defensa y Justicia, llamado Norberto Tito Tomaghelo, en donde es muy difícil ganar porque en un fortín y para sorpresa dotado de una gramilla excelente para jugar.
Nos mezclamos entre los aficionados sin pronunciar una sola palabra para evitar que nos identifiquen como colombianos y solo Lucas con su acento porteño es el que averigua por donde es la entrada de los hinchas colombianos que viajaron a acompañar al DIM.
Nos preocupamos cuando Lucas nos explica que tenemos que salirnos de la avenida bloqueada por altas tablas en varias partes y tenemos que hacer un rodeo por ese barrio y por cuatro calles destapadas, en barro y a oscuras. Ese era el problema que nos advirtieron integrantes de la barra de la Rexistenxia que saludamos en el centro de la capital federal.
No hay de otra, nos atrevemos a paso largo y rápido y aunque se palpan algunas sombras de grupos, logramos superar el angustiante tramo y el susto y por fin llegamos a la entrada al estadio.
En la tribuna vemos a unos 700 hinchas rojos que llevan casi un mes recorriendo Suramérica. Están custodiados por acuerpados policías de la provincia de Buenos Aires y nos hacemos con ellos casi simultáneamente con el inicio de las acciones.
La historia del partido ya se conoce, fue una intensa batalla que concluyó igualados a un gol y las dos anotaciones, entre ellas el autogol rojo, las vimos cerquita porque estábamos detrás del arco donde se convirtieron. Sentíamos la transpiración de los jugadores y se veía su sudor.
Eran más de las once de la noche, los tres evacuamos rápidamente el estadio, retornamos por las mismas tenebrosas y negras calles, volvemos al carro y nos vamos en busca de la camita, en la cual extiendo exhausto el cuerpo casi a las 2 de la madrugada, pero feliz de ver al DIM, poniendo huevos, por fuera de la patria.
Salimos con vida y con los celulares. Creo que los argentinos exageran sobre la dura cotidianidad en Florencio Varela.
La fiesta del Boca y el gran Monumental
El miércoles y jueves el plato predilecto, además de las parrilladas, de las sabrosas empanadas, de la alternativa de carne a la milanesa, de desayunos a base de pan y que indica que los che no saben preparar huevos, de llenar la barriga de cerveza y nada de licor duro, lo dedicamos también a concurrir en la noche a un partido internacional del Boca en su cancha, esta vez con Fortaleza del Brasil que en su terreno goleó a los argentinos 4 a cero.
La expectativa por la revancha era intensa y la bombonera se llenó, nos tocó casi en la última y altísima grada, la famosa barra de La 12 y todo el estadio no dejó de alentar a los xeneizes, pero Boca no fue capaz y solo alcanzó un empate a un gol.
Pero el futbolero que viaje a Buenos Aires y no vaya a un partido de Boca, es que no fue a Argentina. Eso sí, los precios son altísimos, es muy difícil conseguir una entrada, pero vale la pena. Es un programazo.
Y el remate, antes de la despedida del suelo argentino, del paseo austral, fue conocer, mediante un tour pago, las muy bonitas y restauradas instalaciones del estadio Monumental, la casa del River Plate, en el agradable barrio Núñez, muy cerca de Belgrano, de los bosques de Palermo y del Parque Lleras bonaerense como es la Recoleta.
Mientras Núñez es una especie de Laureles con estadio, la Boca es como una Comuna Trece, pero plana.
Otro buen programa para el amante del fútbol, es el tour por el museo de River Plate, que termina con un tributo especial al título de la Copa Libertadores del 2018 en el estadio Bernabeu de Madrid con el golazo de Juan Fernando Quintero, después del regreso de la B o cuando el River volvió a ser River.
La despedida de Buenos Aires fue muy emotiva y gastronómica, con un almuerzo a base de bife de chorizo como los dioses y en la vespertina con los otros dos únicos amigos del médico Eder Meneses, en la pizzería de Danny y con la charla de Martín, porque Lucas se refrió con el clima helado de la noche del DIM en Florencio Varela.
Comimos pizza artesanal y empanadas argentinas a lo loco, para dirigirnos al aeropuerto de Ezeiza y volar desde la una y media de la madrugada del viernes y arribar a Rionegro a las 10 de la mañana. Valió la pena el viaje. Argentina es un buen destino político, futbolero, gastronómico y para el dólar.
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