En abril aguaceros políticos mil

El siempre popular refrán de “en abril lluvias mil”, muy acertado por los aguaceros que están cayendo, se puede extender a la política colombiana y antioqueña por las tormentas que se han desatado y que en algunos casos logran la dimensión de crisis.

La borrasca que armó Petro con el revolcón ministerial con solo ocho meses de huésped de la Casa Nariño y tras llegar por primera vez al poder nacional una propuesta de izquierda tras más de 200 años de mandar los mismos de siempre, podría, un poco exagerado, asimilarse a sus andanzas u operativos guerrilleros en el M-19.      

Las acciones que acaba de adelantar su gobierno armaron tremendo despelote con la casta política con la que intentó cogobernar en los preliminares de su gestión y que ahora estalló como en el holocausto de 1985 del Palacio de Justicia y solo ruinas quedaron esparcidas de la muy sorprende coalición de gobierno

Es una tempestad política en la que ojalá predomine la sensatez y la prudencia, para que no sean los colombianos los que salgan perjudicados y también el país, pues de lo que se trata en darle la batalla a la pobreza y a la desigualdad colombiana, una de las peores del planeta, para un país que se ufana de democrático, aunque con muchas imperfecciones.

Las lógicas reservas de los colombianos perdedores en las elecciones de mayo y junio del 2022, pasaron a enorme expectativa cuando como presidente electo y ya en el poder, Petro logró construir una coalición de mayorías con el Pacto Histórico más los desconfiados liberales, conservadores, santistas de la U, un sector de los verdes y un poco de lleristas de Cambio Radical.

Las bocas de muchos colombianos quedaron abiertas atónitos y los ojos bien abiertos, tras los encuentros de Petro con Uribe y con jefes de los partidos políticos que siempre han mandado y que fueron derrotados en las urnas por su desgaste y por el enojo popular ante la falta de solución a sus apuros sociales y del bolsillo.

El optimismo era moderado en torno hasta cuándo iba a durar tanta civilidad política colombiana entre bandos que arrastran tantas diferencias ideológicas sobre el manejo de lo público y su impacto en la sociedad y, además, por los fuertes intereses de los privados que financian a muchos congresistas y que estaban nerviosos con las ideas del cambio petrista.

Pero la luna de miel no duró mucho para la disímil coalición de mayorías en el Congreso y quedó demostrado que estaba pegada con babas.

La muy complicada discusión y conveniencias con las reformas a la salud, política, laboral, pensional, el peligrosísimo proyecto de Código Electoral acabaron con convertir las relaciones de Petro y la casta política en una toma de la Embajada Dominicana y del cielo se vino un diluvio.

El exguerillero presidente contraatacó y rompió con los liberales gaviristas, con la ortodoxia goda, con el santismo de la U y por el suelo quedó el intento de un frente amplio, todo lo cual va a tener secuelas profundas en las urnas de este octubre.

Ahora Petro se enconcha, se encierra en sí mismo y se rodea de su propia tropa para enfrentar a sus enemigos de clase y amenaza torpemente con sacar el pueblo a las calles, en una peligrosa maniobra que le puede salir muy caro a Colombia.

Desde un principio debió comenzar gobernando con sus viejos amigos combatientes del M, porque era muy difícil hacerlo con voceros de los partidos legendarios que representan en muchos casos a los colombianos privilegiados que montan en aviones privados y que no iban a permitir que sus aliados pagados en el legislativo, aprobaran la agenda del revolcón petrista.

Entonces, la preguntan que muchos se hacen es cómo diablos en adelante Petro y sus nuevos escoltas políticos ministeriales van a hacer realidad las promesas de cambio para el pueblo aguantador y sufrido sin tener los votos en Senado y Cámara.

Algunos con humor negro plantean si Petro recurrirá al detal utilizando la mermeladacracia para conseguir el favor individual de congresistas con puestos, perdón gobernabilidad, y promesas de auxilios regionales.

Durísima faena política tiene en adelante el régimen del amor y la sabrosura para salvar sus reformas y ojalá lo que sigue no radicalice a las partes involucradas en la batalla que se avecina, con Petro, bastante temperamental, y los políticos de siempre defendiendo su papel en el denominado equilibrio de poderes.

Pero también las fuertes precipitaciones de abril están inundando de líos a los hoy desterrados, como hace poquito al verde en Medellín, dizque históricos partidos políticos y como casi siempre el más perjudicado fue el desteñido liberalismo colombiano con la rebeldía contra el “dictador Gaviria” de 18 representantes a la Cámara, dicen que ya son 25, de unos 33 que tienen los alicaídos rojitos y que se declararon hasta por escrito en contra de la tiranía dentro de su propia casa.

El caso interesante para Antioquia es si el eterno dizque veedor nacional, parece más un fiscal acusador del Partido Liberal, es capaz de seguir adelante con las sanciones, como quitarle el derecho al voto, a la montañera legisladora de Entrerríos, María Eugenia Lopera, por estar de acuerdo con el mal genio de Petro y no con el totalitarista de Pereira.

Muchos se imaginan que la Lopera está actuando así con el propósito que las fuerzas petristas en Antioquia, que no son muy abundantes, apoyen la candidatura de Julián Bedoya a la Gobernación de Antioquia.

Mejor dicho, seguirán los chubascos en la política nacional con directa influencia en el espectro de la campaña electoral paisa, que hoy se moverá con la inscripción de uno de los principales jugadores de la temporada preelectoral Eugenio Prieto Soto.

Entre tanto, los conservadores que ya salieron corriendo del petrismo, a donde los había acercado el trujillismo, también están disputando un peligroso juego entre la unidad y el fraccionamiento o entre Trujillo y Juan Diego en Antioquia.

Y como seguirá lloviendo y no escampa Luis Pérez y Daniel Quintero están bien guarnecidos con paraguas, observando qué provecho sacan del chaparrón político.

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