26 Jul El Socio que yo conocí
Comenzaba la década de los años 80 y con ella mi ingreso a la vida laboral como periodista, primero como reportero radial en Caracol, luego en un rápido paso por un proyecto independiente para el Suroeste, con el que nos quebramos, para comenzar mi feliz trayectoria desde 1985 hasta el año pasado por el cierre del siempre recordado diario EL MUNDO.
Y fue precisamente por mi labor en el periodismo informativo que conocí muy de cerca no solo las gestas en la política de Antioquia y de Colombia del doctor Bernardo Guerra Serna, sino que también fuimos muy amigos, me quería y yo también a él.
En los años 60 y 70 del siglo pasado, en la casa del abuelo y enorme liberal gaitanista don J. Elías Duque me acuerdo un poco que se hablaba de un tal Guerra Serna, lo mismo cuando escuchaban al Radioperiódico Clarín y don Miguel Zapata Restrepo se refería, en “La canción del día” a los enfrentamientos entre liberales y conservadores en lo que por esas épocas no tenía ni idea que eran el Concejo Municipal y la Asamblea Departamental.
Pero fue por el periodismo que conocí al Socio Guerra posiblemente en el mejor momento de su extensa carrera política, los años 80.
A los reporteros de Caracol nos enviaron a apoyar el cubrimiento que todas las estrellas de la Cadena, al mando de Yamit Amat, hicieron de la Convención Nacional del Partido Liberal en el Hotel Intercontinental de Medellín, de finales de 1981, y en la cual se eligió la candidatura reeleccionista de Alfonso López Michelsen.
Fue la primera vez que tuve muy de cerca a Guerra en una improvisada rueda de prensa con algunos colegas de la radio de la ciudad y la primera vez que nos estrechamos la mano y me preguntó en qué medio trabajaba (foto). Años atrás lo había visto en persona de lejos cuando por insinuación de mi compañera de estudios de periodismo en el U. de A., Claudia Posada, nos fuimos a ver una sesión del Concejo Municipal en su antigua sede de Calibío. Nosotros dos estábamos en las clásicas tribunas y él pronunciaba un discurso de instalación como alcalde de las sesiones del Cabildo. Ahí me acordé que mi abuelo mencionaba a ese político liberal en conversaciones con su hijo mayor y mi tío José Elías Duque, quien trabajaba en la Gobernación.
En esos maravillosos años de la década de los años 80 me fui empapando, gustando y convirtiendo lentamente en periodista político.
Me tocó la transformación de la sede del Directorio Liberal de Antioquia de vetusta casa a imponente edificio que se construyó exclusivamente y por primera vez en Colombia para ser sede política.
En ella cubrimos muchísimas jornadas de triunfos y derrotas liberales, escuchamos los más variados y fogosos discursos en el auditorio Bernardo Guerra Serna, contemplando los inmensos óleos de Uribe Uribe y de Gaitán. Con el Socio sostuvimos, en su oficina del segundo piso y a lo largo de esos años 80, animadas tertulias y reuniones, matizadas con mucho guaro y roncito de la FLA de la cava con muchas cajas que había en el tercer piso.
Nos tocó la famosa convención liberal municipal de Medellín, para escoger los candidatos a conformar la lista al Concejo, y en la cual, para sorpresa de todos, un abogado jovencito llamado Álvaro Uribe Vélez derrotó al candidato guerrista Darío Londoño. Desde ese momento conocimos las diferencias ideológicas de Guerra y Uribe y que nunca se subsanaron y se acrecentaron con el pasar de los años y hasta el día de hoy de su muerte. En muchas tertulias con él nos explicó una y otra vez sus reservas con el hoy expresidente Uribe.
A pesar de que Belisario Betancur derrotó en 1982 la reelección de López, Guerra Serna surgió en los comicios legislativos desde ese mismo año como un nuevo barón electoral de su partido y de Colombia, y le correspondió imponerle la banda presidencial al paisa conservador.
Por los resultados electorales para el Senado de ese 82 ya se comenzó a hablar de Guerra como un jefe liberal, promoviendo las ideas de su partido por todo el departamento, enfrascado en duras batallas políticas con el conservatismo antioqueño, con El Colombiano y con las élites empresariales del conglomerado denominado El Sindicato Antioqueño de mayoría de estipe azul. Por eso hoy hay que decir que el actual alcalde Daniel Quintero no es el primer gobernante que choca con los dueños de Antioquia, sino que el primero que discutió con ellos fue Guerra y después Luis Pérez.
Aún tengo en la memoria el muy exitoso 1986 para el Partido Liberal en Colombia y en Antioquia, con los 4 millones de votos de Barco para la presidencia y los más de 200.000 votos que obtuvo la lista al Congreso del guerrismo, que fue la sucursal liberal regional más votada de todo el país y lo que catapultó a Guerra a la categoría de gran jefe liberal. Por todas partes retumbaba su famosa frase “Gracias Socios y Socias de la gran empresa del Partido Liberal”.
Fue toda una apoteosis ver por toda la carrera Bolívar del centro de Medellín caminando juntos, rodeados del pueblo liberal, a Guerra, Gobernador, y a William Jaramillo, alcalde. Era la más exacta prueba de uno de los mejores momentos del liberalismo antioqueño, lo cual se empañó por su renuncia al cargo tras el feroz ataque de la prensa conservadora por un incidente con tragos que había sostenido con el periodista de El Colombiano, César Pérez Berrío. Guerra alicorado tuvo más de una metida de patas, porque se alteraba muy fuerte por algún comentario que no le gustaba.
Trabajando ya en El MUNDO a partir de 1985 me facilitó compartir más de cerca con El Socio, quien varias veces me invitó al cubrimiento de sus giras a las subregiones y así comprobar el gran apoyo que tenía con las largas filas que se hacían para participar en los “confesionarios”, que era la oportunidad que tenían los lideres municipales de hablar en privado con el jefe del partido.
A Guerra lo acompañé a Urabá, a su mimado Occidente, pero nunca pude ir con él a su natal Peque, recorrimos todo el Suroeste y cubrí más de una vez las muy famosas concentraciones que se hicieron en Bolombolo, donde él arengaba a la militancia desde un tradicional balcón al lado de la Troncal del Café. En helicóptero volamos al Magdalena Medio y me invitó al Chocó cuando comenzó en Colombia, tras la Constitución del 91, las listas de circunscripción nacional para Senado.
La última década del siglo XX no fue la mejor para Guerra y en ella comenzó el declive de su intensa carrera política. El Primer batacazo fue la derrota del 91 en la primera elección de Gobernadores y en el guerrismo comenzó una fuerte diáspora con el retiro de valiosos dirigentes.
El otrora imponente Directorio Liberal de Antioquia con sus más de 200.000 votos de 1986 comenzó a disminuir en sus guarismos electorales. Primero a 170.000 votos, después a 130.000, el bajón continuó a 70.000 y más tarde a 35.000 hasta ocurrir una verdadera tragedia electoral al no salir electo al Congreso. Pero nunca bajó la cabeza y siguió erguido defendiendo los postulados liberales y la suerte histórica de su partido.
Bernardo Guerra Serna terminó el siglo XX con 70 años de edad y en los casi 21 años de este XXI intentó mantenerse activo en la política regional, le dio a la política a dos de sus hijos. Por un lado, al no fácil Bernardo A. Guerra y por el otro a Andrés Guerra, pero quien cogió la vía del mayor oponente ideológico de su padre: Álvaro Uribe Vélez, pero lo que respeto calladamente o nunca lo sacó a relucir en público.
Durante varios años tres periodistas de El MUNDO, del cual fue accionista, Jairo León García, Carmen Vásquez y yo compartimos una súper animada y chismosa tertulia whiskera que comenzaba con un almuerzo y se extendía hasta las 10 de la noche y la cuenta por los 3 millones, en la cual no se salvaba nadie. Obvio, él la pagaba.
Con los años aparecieron los achaques en la salud, problemas cardiacos, cirugías, muchos sustos, ingresos a clínicas, terapias y muchos cuidados familiares hasta con enfermeras privadas, al tiempo que lo mantenían muy vigilado desde que estalló hace 16 meses la pandemia.
Y qué coincidencia. La misma mujer, Claudia Posada, la que hace más de 40 años me sacó de la U para que conociera la realidad política de la ciudad y pude ver ese día en persona a Bernardo Guerra Serna, fue la que este lunes nos envió a las 2:14 pm este whatsaap:
“Murió en la Clínica hace poco Bernardo Guerra Serna. Sufrió en estos días un accidente cerebro-vascular que obligó a su hospitalización. Su fallecimiento se produjo a eso de la una y media de la tarde”.
Como a las tres de la tarde, su hijo el diputado Andrés Guerra, me respondió una llamada de teléfono celular que le había hecho y confirmó el deceso del Socio Guerra.
“Nacho mi padre no murió, se fue apagando. Lo Internamos hace 14 días en la Clínica El Rosario de El Poblado por una isquemia. Él siempre lo quiso mucho a usted y yo sé lo que usted lo quería a él”.
A sus 91 años se va a la eternidad el último de los grandes jefes liberales regionales que coparon la última mitad del siglo XX. Eternamente amigo y socio.
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