Jaime sabía y hablaba de todo

Gracias a una invitación del profesor y columnista de opinión del recordado y lamentado periódico EL MUNDO, Darío Ruiz Gómez, su gran amigo, promediando la década de los años 90 del siglo pasado conocí en persona, en una amena tertulia, a Jaime Jaramillo Panesso, a quien me lo quería presentar.

 Aunque por mis labores como redactor político sabía quién era él, nunca había tenido la oportunidad de compartir y conocerlo de cerca. Fue una noche aguardientera, medio bohemia, de variados temas y durante la extensa conversación comprobé lo que más o menos conocía de lejos, que sabía y hablaba de todo.

Después de discernir con fogosidad y pasión sobre el DIM y el fútbol de esa época, el coloquio derivó inevitablemente en la política, en Serpa, Uribe, la Gobernación, la paz, la guerrilla y para matizar nuevamente en más fútbol, en las playas de Coveñas y de Tolú que a Darío Ruiz y a mí siempre nos han encantado, de tangos, de música, de cultura,  bohemias, de noches interminables, de mujeres, de relaciones, de mi trabajo en la prensa y de la amistad. Esa noche y otras dos veces más en las que se repitió la tertulia, gracias otra vez al profe Darío Ruiz, comprobé en vivo y en directo, el fuerte o recio carácter, en medio de sus finas maneras para tratar a las personas, con que defendía sus ideas e interpretaciones de los acontecimientos políticos.

Todo este prologo para reseñar lo que han expresado en las pasadas horas muchas personas al lamentar el fallecimiento de Jaramillo Panesso, a sus 82 años, afectado en los últimos ocho años por problemas de salud.

Y tienen toda la razón los que lo han catalogado como un intelectual, investigador, académico, por su amor de siempre por su querida Unaula, un conocedor, ameno tertuliador, interesante y detallado analista, anapista, liberal de izquierda, uribista, alguna vez serpista, melómano, amigo de las actividades culturales y por un aspecto al que le dedicó muchas horas, días y gestiones como facilitador, el de una salida pacífica al sangriento y violento conflicto armado en Colombia, del cual su familia fue víctima en carne propia.

Paradójicamente trabajando como facilitador de los procesos de paz con el ELN y las Farc, un frente de esta guerrilla a comienzos de siglo asesinó en La Unión, Antioquia, a su hijo de Fidel, lo que lo afectó profundamente. Panesso era de los que vaticinó muchos años antes que las Farc terminarían en una mesa de negociaciones, como ocurrió, aún en medio de tantas dificultades, en el 2016.

Como herencia no sólo nos queda su recuerdo, ideas, su intenso pasado, sino su hijo Juan Fernando Jaramillo, quien se ha abierto paso en el Derecho, la docencia, en lo público, no ha podido cuajar en la tormentosa actividad política dentro del uribismo y ahora anda inmerso en una de las profesiones u oficios que su padre siempre respetó y atendió: el periodismo.

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