05 Dic Fico, nuevo jefe político
Desde la mitad de la década de los años setenta del siglo pasado, hace ya casi 50 años para acá, Antioquia y Medellín tuvieron grandes jefes políticos en pleno dominio del bipartidismo liberal y conservador en Colombia.
Por las toldas rojas las jefaturas más tradicionales en la región fueron las de Bernardo Guerra Serna, William Jaramillo Gómez, Federico Estrada Vélez, César Pérez García y Álvaro Uribe Vélez.
Guerra Serna con el Directorio Liberal de Antioquia dominó la escena política liberal hasta pocos años después de la Constituyente del 91 cuando comenzó su declive.
Jaramillo Gómez incursionó en el panorama de la política nacional como precandidato liberal a la presidencia de la República para 1990 y luego ministro hasta fallecer a comienzos del nuevo siglo, cuando ya su matiz el Directorio Liberal Departamental o la izquierda liberal de Antioquia, se había fracturado entre los blancos con José Prieto Mesa y Luis Guillermo Vélez Trujillo ya fallecido, y los morochos de Piedad Córdoba, aun hoy de senadora con el izquierdismo del petrismo o Pacto Histórico, pero ya sin ninguna influencia política o electoral regional.
Estrada Vélez tuvo un gran protagonismo como jurista, senador, diplomático y orientador del Directorio Liberal Popular hasta ser asesinado en 1990 por las mafias del narcotráfico como consecuencia del complejo y complicado debate nacional sobre la extradición, que le costó a Colombia una sangrienta guerra con los carteles de la droga.
El siempre polémico Pérez García, “El Comandante” fue un fuerte protagonista de la política en la Cámara de Representantes y en la Asamblea de Antioquia a través de su grupo Convergencia, hasta pasar al ostracismo por las investigaciones y detenciones judiciales en su contra que siempre negó, y que además del paso de los años acabaron con su carrera política, salpicada de más de un sonoro escándalo.
El único de este quinteto de grandes líderes de origen liberal que permanece con vigencia política tras cuatro décadas es Uribe Vélez, el único de ellos que llegó a ser senador y a la Presidencia de Colombia, incluso con reelección, y quien fundara inicialmente como disidencia del guerrismo el Sector Democrático en lo seccional, y en lo nacional el proyecto de coalición Primero Colombia, La U y el actual Centro Democrático, que en las pasadas elecciones territoriales sobrevivió en el escenario de la policía antioqueña en fuerte disputa con el naciente Creemos de Federico Gutiérrez, hoy las dos fuerzas más potentes en lo regional, al menos por sus resultados en votación y en curules en la Asamblea Departamental y el Concejo de Medellín.
Dentro del liberalismo antioqueño también se ganaron un espacio de liderazgo el Liberalismo de Envigado desde René Mesa Arango, Jorge Mesa Ramírez y hoy con Héctor Londoño, la familia Gaviria Correa con el malogrado Guillermo y con el vigente Aníbal, ya dos veces gobernador y una de alcalde, pero sin una estructura político – electoral permanente para enfrentar otras esferas de poder, como el nacional, algo más o menos similar al caso de Luis Pérez, a quien las últimas elecciones y la edad acaban de jubilar.
Y en la actualidad se abre paso, aún muy incipiente, algunos liderazgos como los de Julián Bedoya, John Jairo Roldán y Juan Diego Echavarría, quienes, a pesar de tener votaciones de senadores, aún no les da para ser catalogados jefes regionales.
Jefaturas azules
Todo ese grupo tan exclusivo de dirigentes liberales fueron los que dieron las grandes batallas para disminuir el enorme desequilibrio que reinaba en el sector público y político de Antioquia y de Medellín en esas calendas de 1975, que era de amplio dominio del Partido Conservador con sus grandes jefes de la época.
Al despuntar los años ochenta los conservadores contaban con las jefaturas de Ignacio Vélez Escobar, de Álvaro Villegas Moreno, de Guillermo Vélez Urreta y de Jota Emilio Valderrama, en representación de las dos grandes corrientes conservadoras nacionales del momento: el alvarismo y el pastranismo.
Vélez Escobar que descendía del notablato azul o los ricos de Antioquia, duró un tiempo más como gran orientador, pero después ese matiz dio origen a otro de los fuertes jefes azules paisas, Luis Alfredo Ramos, gran elector, alcalde, senador, gobernador y posible precandidato a la Presidencia, pero cayó en desgracia por la parapolítica y actualmente está preso.
La ascendente carrera política de Valderrama se frustró muy temprano, en 1988, por el accidente del helicóptero en el que falleció, pero del llamado Progresismo Conservador o Valderramismo surgió luego Fabio Valencia Cossio quien con la yunta y la imagen de Juan Gómez Martínez y la proyección e impacto editorial de El Colombiano, hoy menoscabado por el desarrollo digital y las redes sociales, tuvieron muchos éxitos políticos hasta el retiro de los dos y su ensamble en el uribismo. Su heredero más vigente Juan Diego Gómez aún no cuaja del todo y acaba de recibir un totazo electoral con sus indecisiones y también con el fenómeno Fico en el que se encarnó el antipretismo y el antiquinterismo que lo acaba de subir o graduar como nuevo jefe político.
Del valderramismo también tuvo vida política y la animó mucho Manuel Ramiro Velásquez Arroyave, ya en la vía eterna.
El credo de derecha del alvarismo con Vélez Urreta se fue esfumando con el paso de los años hasta no quedar huella tras las derrotas nacionales sucesivas y el asesinato de Álvaro Gómez.
El alcalde, dos veces gobernador y senador Álvaro Villegas dio gran batalla en las urnas hasta la primera década del nuevo siglo, pero hoy ya no queda nada de su glorioso pasado y menos de algún sucesor, además del desprestigio causado por el desplome de su firma constructora como consecuencia del desplome de muchos edificios construidos por esa empresa.
En la tercera década del siglo XXI el único que tiene alguna pinta de jefe azul es Carlos Andrés Trujillo, pero quien acaba también de recibir los fuertes vientos huracanaos del antipretismo paisa. Y tiene que tener mucho cuidado para la temporada de elecciones nacionales del 2026. El péndulo de la política colombiana parece virar muy fuerte hacia la derecha por las inconsistencias del actual gobierno de izquierda, alternativo o progresista. Ellos no saben ni que son.
Y ahora Fico
Tras el inexorable paso del tiempo, la llegada de la parca, la escasez electoral, los escándalos de la narcopolítica, el asesinato de valiosos líderes por el narcotráfico, el epílogo del bipartidismo, las secuelas de la nueva Constituyente, su descentralización política, las incidencias del tarjetón, la irrupción de un electorado más calificado, el surgimiento de las nuevas tecnologías al servicio de las comunicaciones y de la política, la mayoría de los jefes mencionados en la anterior reseña histórica desaparecieron y los nuevos aires, uno de ellos la lucha contra la corrupción, empujaron el surgimiento de tres fenómenos políticos que crearon mucho interés en Antioquia: el fajardismo, el quinterismo y el fiquismo.
El fajardismo tuvo su cuarto de hora que duró unos 10 años, basado en calificar a la clase política de alcantarilla de la corrupción, que le permitió a Sergio Fajado alcanzar niveles de votación muy altos y ser alcalde y gobernador con llamativos guarismos en las urnas, que no trasteó a lo nacional, en cuya esfera no ha tenido ningún éxito electoral importante, mientras que su atractivo regional también se ha ido esfumando hasta quedar muy reducido.
También con un mensaje contra la corrupción de la clase política antioqueña y de Medellín, en el 2019 un casi desconocido Daniel Quintero Calle propinó una tremenda derrota a los políticos y por primera vez superó el umbral de los 300.000 votos y se alzó con la Alcaldía de Medellín.
Pero Quintero siguió con su duro conflicto contra toda la poderosa dirigencia pública y privada de Antioquia y los cuatro años de su era que terminan este 31 de diciembre los convirtió en un campo de guerra, pero acaba de perder la principal batalla de su cuatrienio: la electoral y le acaban de pegar a sus disminuidos ejércitos una tunda en las urnas de la cual le quedará muy difícil volver a levantarse. Y de paso sentó las bases para el contundente triunfo de Fico, que lo convierte en el nuevo jefe político en Antioquia.
En medio de la desazón y la terrible tragedia nacional que causó la narcopolítica promediando la década de los años noventa, un grupo de universitarios paisas alzaron las banderas de la decencia y decidieron hacer política desde las corporaciones públicas, en un proyecto que bautizaron UHN, Universitarios Haciendo Nación.
Uno de ellos se llamaba Federico Gutiérrez Zuluaga forjado políticamente en la U. de M. Llegó al Concejo de Medellín como asistente, después como concejal y fue el primero en imponer el mayor guarismo electoral con 15.000 votos. En un segundo intento fue también el primer alcalde de la ciudad por firmas 2016 – 2019 y aunque es amigo de Álvaro Uribe no se ha dejado incorporar al Centro Democrático.
El año pasado incursionó nacionalmente y sacó más de cinco millones en la primera vuelta presidencial, sacando los muy llamativos 600.000 votos en la capital de Antioquia.
Por esta presentación fue el designado para hacerle frente al quinterismo y a los riesgos del petrismo en Antioquia.
Y no estaban equivocados. En Medellín con su propio partido político “Creemos” por poco saca 700.000 votos para la alcaldía, eligió gobernador con la votación que le puso en la ciudad a un desconocido de más de 450.000 sufragios, seguramente tendrá ocho concejales y eligió cinco diputados, lo que en la práctica política se puede concluir que acaba de surgir un nuevo jefe de la política en Antioquia al lado del sobreviviente uribismo. Obviamente que en el 2026 Fico deberá confirmar esa jefatura regional en lo nacional con curules en el Senado y en la Cámara, e incidir en la elección presidencial de ese año en contra de las tesis de izquierda.
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