Luis Carlos Ochoa: un hombre devoto y de-voto

Por Guillermo Zuluaga Ceballos

Hay dos rasgos absolutamente evidentes en la vida de Luis Carlos Ochoa: que es un hombre devoto a ultranza de la religión católica y del trabajo por la gente. 

Y que es un líder de votos: su compromiso social hace de él un trabajador incansable por ampliar la causa a favor de su grupo político y del partido Liberal. No de otra forma podría explicarse que haya sido, y con honores, alcalde de su natal Cisneros, y dos veces diputado, alcanzando de paso en su segunda elección, ser el mayor elector en la historia de la Asamblea de Antioquia.

Nació en Cisneros, en el hogar de Aurora y de Gustavo. Desde muy joven se vinculó con proyectos cívicos, culturales y deportivos de su pueblo que fueron allanando el camino hacia la primera magistratura local. Fue electo alcalde para el periodo 2004-2007, tras dos aspiraciones, donde logró una gestión, incluso reconocida más allá de las fronteras: su Plan de Desarrollo fue destacado en su momento como el mejor de Antioquia y el cuarto en el país, según el DNP. Después de allí vino una seguidilla de cargos de carácter regional que abrieron las puertas para postularse como candidato del Partido Liberal, en el equipo orientado por Eugenio Prieto. Ochoa logró su primera curul en el periodo 2016-2019, y su compromiso y liderazgo lo llevaron a ser ponente del Plan de Desarrollo departamental y de varias iniciativas a favor de la educación, el desarrollo social y las vías de comunicación en el departamento, entre otras.

El trabajo en la Duma fue mostrando el carácter y el compromiso de este nuevo diputado. Por ello, no hubo ninguna sorpresa cuando en su equipo se decidió que de nuevo aspiraría para el periodo 2020-2023. Y no solo fue electo, sino que logró ser la mayor votación, la misma donde estaban pesos pesados de la política en Antioquia. Desde entonces, es uno de los referentes del Liberalismo paisa, y pese a la pandemia que soporta el mundo, ha seguido incansable presentando propuestas, visitando amigos en las regiones y “haciendo mandaditos” de cercanos de los pueblos. 

Ochoa es lo que en términos de su oficio podría denominarse “un animal político”. Pese a no estar en campaña electoral, semanalmente visita dos o tres municipios y por eso cuando se intenta conversar con él y sacarlo del mundo, de su mundo, dice que su disfrute en la vida es “servir”. Y si se le insiste, repite que con nada goza tanto como con ver el rostro de la gente cuando él “le ha podido ayudar”. En efecto, no es pose: Ochoa es un hombre de vida austera, de pocos placeres, como no sea pensar en “su vieja” que aún reside en Cisneros, un pueblo de Antioquia, con nostalgias de rieles y olor a caña.

“Casi nunca logro desconectarme de esto –dice una mañana de martes en su oficina-. Sin embargo, cuando saco dos días, me voy a Cisneros a visitar a mi viejita, a ayudarle con sus papeles, sus asuntos.  Y me amaño tanto con ella que no me levanto de su cama”.

Ochoa dice que va en plan de “desconexión” pero que al contrario conecta tanto con la energía de su madre, que regresa recargado de ganas de seguir trabajando.

Claro que esa desconexión en su pueblo –al que no añora, sino que aún vive dentro de él- la logra también porque cuando va a su tierra se pasa por las cantinitas, por los negocios del parque y se toma un jugo, se come un pastel, saluda viejos conocidos, y se va un rato a los charcos, donde más que nadar se dedica a meterle la espalda al agua fría y ahí deja esas cargas de estrés propias de sus rutinas. Cisneros es un poco el polo a tierra en su vida. Es el pueblo que lo reencuentra con su esencia: con ese vendedor de bolis en el ferrocarril que nunca deja de mencionar; con el basquetbolista que admiraba a Jordan y del que tenía afiche en la pieza, y que representaba a su pueblo como miembro del equipo; el pueblo en el que ha vivido los momentos más alegres y los más tristes. 

A Cisneros también le guarda las mayores gratitudes. Ochoa mira atrás en su vida y siempre tiene espacio para valorar y reconocer a quienes primero lo apoyaron:

“Todo se lo debo a Dios, a la Vida, y a grandes amigos como Marujita y su esposo Guillermo El Pavo Álvarez; a Jesús Valle, exalcalde; y también al doctor Bernardo Guerra.  A ese Socio le debemos mucho. A su gran carácter. Defensor de las clases populares: la esencia socialdemócrata”.

Tiene la mente y las metas hacia el frente, claro, pero no deja de volver los ojos atrás para reencontrarse él, con esos momentos que fueron templando su carácter:

“La mayor tristeza en mi vida es la muerte de mi viejo. Y la de una tía, que, aunque muy pobre, siempre visitábamos los sobrinos porque allá nunca nos faltaba nada”, dice Ochoa, y de inmediato asocia sus momentos amargos también a la actividad que marca su existencia:

“También me dolió mucho perder la primera campaña a Alcaldía. Fue muy marcado. Mi hija tenía cinco años: Papá el 31 es el día de los brujitos, quiero salir, me dijo. Las elecciones fueron el 30…y perdí y el compromiso con la niña…no me reponía…y para uno levantarse al otro día…me marcó, pero salí: me demostró que era capaz de hacerlo…estuve con ella, de la mano. Era duro ver que desde los balcones todo mundo me miraba…”.

Ochoa muestra un esbozo de sonrisa nerviosa mientras evoca ese momento. Unos diez años después la escena con la hija habría de repetirse en otro escenario: 

“Cuando mi hija tenía 15 años estaba muy tensa la relación:

Odio lo que usted hace papá…

Me hizo llorar.

¿Por qué?

“Eres bueno, pero su política me quitó a mi papá. Mis mejores momentos

Entonces a uno le gusta ayudar a la gente, pero mira cómo sacrificas tu familia, tus cosas”.

Lo dice Ochoa y lo subraya de nuevo con una leve sonrisa.

Claro que, si en la derrota es cauto, tranquilo, en los triunfos lo es más: cuando la vida y los guarismos le sonríen, prefiere estar con su familia y unos cuantos amigos, y de pronto tomarse un par de wiskis pues no es de consumir licor, y a lo mejor hasta se anima e intenta seguir las letras de quien él considera el más grande, Vicente Fernández:

Nadie vende un caballo por bueno/

por desgracia es la ley de la vida.

Así como en algunos momentos especiales se fija en el Chente, su admiración está en grandes personajes:  el mas, el que siempre invoca hasta el cansancio en sus intervenciones y del que tiene una imagen detrás de su escritorio que toca y se bendice cada que sale de su oficina, es Jesús de Nazareth. Y uno más terrenal y reciente es Obama, “ese negro grande”, como lo llama y que le gusta quizá porque se refleja en él, tan salido de provincia y tan dispuesto a ser senador de Illinois, y luego ser el primer presidente negro en un país de “blancos”.

“Ese negro tiene fibra social e incluso hoy lo extrañan los rivales republicanos”, dice Ochoa y deja escapar un leve suspiro.  De Obama también sabe que llegó a la Presidencia buscando que los estadounidenses no padecieran lo que él vivió con la muerte de su madre en un centro hospitalario. Quizá quiera emularlo y por ello, ahora se propone dar el salto a la Cámara de Representantes, donde quiere luchar por leyes a favor del medio ambiente, de la salud y de la educación. Esos mismos asuntos por los que ha trabajado la mayor parte del tiempo en el sector público.

“Hay que luchar para ver cómo protegemos más quebradas, bosques; por Educación gratuita pero no entregarles recursos a las instituciones, sino subsidiar al estudiante; en Salud, la ley 100 hay que replantearla; que toda la población tenga la misma cobertura y que cubra enfermedades graves”.

Eso enumera, pero de inmediato sus raíces parecen moverse porque de nuevo habla de su pueblo: 

“Un compromiso será ver cómo recuperar definitivamente el Ferrocarril de Antioquia”.

Dice que no quiere perpetuarse en el Congreso y que como “los tiempos no son de los hombres, sino de Dios y son perfectos”, al cabo de ocho años, espera poder de nuevo “mirar a los ojos” a los electores y evaluar si hay energías para nuevos retos.

“Soy optimista con el país: hay que serlo. Quiero mucho a Colombia.  Lo que vivimos es el acumulado de 30 a 40 años de problemas, pero ahora hay que pensar en ser parte de la solución, no quejarnos más”.

 

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2 Comments
  • Pedro
    Posted at 22:56h, 31 enero Responder

    Que linda semblanza, pero es pobre la gestión por Antioquia que ha hecho el señor Luis Carlos.: Cero control político al gobernador sin rostro….igual con semejante sobada de saco te renovaran el contrato memo

  • Cristina Muñoz
    Posted at 14:37h, 17 febrero Responder

    Un hombre de familia, culto, responsable, de carácter para afrontar las diferentes situaciones que se le han presentado. Enamorado de sus raíces y sobre todo un hombre que sirve sin mirar a quien sin apasionamientos políticos al que no le da pena decirte “no te puedo colaborar pero buscaremos quien lo puede hacer” o de inmediato “cuente con eso” un hombre que nunca se olvida de los niños de Cisneros y aunque muchos no son profetas en su propio pueblo A luis Carlos aquí lo quieren porque siempre ha sido el mismo como alcalde como diputado en tiempo frio de campaña en fin … lluvia de Bendiciones e infinitos agradecimiento por mi, mi familia, Cisneros, Antioquia y próximamente por la Colombia que todos queremos.

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